SAN DIEGO-TIJUANA.- Tras pasar de ser un indocumentado deportado a un ciudadano estadounidense en cosa de unas horas, el veterano Héctor Barajas apenas disfrutará unos días de su nueva condición migratoria en la casa de sus padres en California para luego retomar su proyecto de ayuda a los veteranos deportados.
“De hecho este próximo fin de semana voy a regresar por primera vez con la ciudadanía estadounidense a Tijuana para seguir el proyecto que comencé; voy a estar viviendo como entre Los Ángeles y Tijuana”, dijo a Inmigración.com el ex integrante de la 82 brigada helitransportada.
Barajas Varela hizo historia al ser el primer soldado deportado que regresó mediante un perdón de un gobernador estatal a adquirir la ciudadanía de Estados Unidos.
Pero su historia comenzó mucho antes, cuando en el 2010 decidió formar con sus propios recursos económicos un refugio para soldados deportados en su pequeño apartamento. Para sostenerlo cuidaba ancianos en su mayoría estadounidenses en Rosarito, Baja California. Ese es el vínculo que mantendrá constante en Tijuana.
“Hay muchas personas que al tener la ciudadanía estadounidense, cambian; como si dijeran bueno, yo ya pasé y ellos ya no son asunto mío, pero yo no soy así, yo voy a seguir ayudando como pueda a los veteranos deportados a México y a donde se pueda; es un compromiso con los veteranos deportados”, declaró solemne.
En entrevista exclusiva con este medio, Barajas habló sobre un paralelismo: “al darme la ciudadanía en realidad me confirman con un certificado lo que siempre sentí en mi corazón: que soy estadounidense”. Sostuvo que “ahora siento y sé en mi corazón que seguiré al lado de mis compañeros”.
No descartó que la Administración federal de Veteranos se interese en contratarlo como un enlace entre la institución y los soldados deportados, un trabajo que ya había comenzado a hacer en los últimos años, pero como voluntario y activista desde el ‘bunker’ en Tijuana, la Casa para Veteranos Deportados.
En esa casa se hospedan ahora algunos veteranos expulsados de Estados Unidos a Tijuana en meses recientes, y es ahí donde en la medida de sus posibilidades Héctor Barajas continuará su labor.
“A mí me gustaría que alguno de los compañeros deportados dijera voluntariamente que él va a seguir con el proyecto, pero eso no ha pasado todavía”, explicó.
En cambio, la directora de una organización de mujeres deportadas con la que el grupo de veteranos ha mantenido una alianza de fortalecimiento mutuo en los últimos años, Yolanda Varona, de Madres Soñadoras o Madres de “dreamers” deportadas, accedió a dirigir interinamente el ‘bunker’ mientras “todo este asunto de la ciudadanía de Héctor se asienta”.
Ambos dirigentes calculan tentativamente una transición de aproximadamente un año hasta que gradualmente otro veterano quede al frente del ‘bunker’ en Tijuana.
Héctor por su parte, todavía sin un plan claro, piensa que el proyecto puede crecer con ayuda a los veteranos a otro nivel de trabajo, quizás al frente de una organización más fortalecida o de una forma oficial.
Pero con lágrimas apenas contenidas, Yolanda Varona dijo que aunque regrese cada semana de Los Ángeles a Tijuana, lo que hasta ahora Héctor Barajas sembró ya es algo que se quedará por mucho tiempo en la frontera del estado de Baja California.
“Se nos queda todo lo que aprendimos de Héctor y todo lo que hicimos juntos, como ir a la garita de San Ysidro a pedir el apoyo de los estadounidenses que pasaban, a darnos ánimos, a organizarnos, a encontrar las cosas que nos unen con otras organizaciones para fortalecernos”, dijo Varona.
La administradora interina, quien comparte el ‘bunker’, explicó que Barajas Valera siempre va a estar en los asuntos importantes de los veteranos deportados. “Quizás lo vamos a extrañar cuando se presente alguna emergencia, como las crisis de salud que a veces tenemos con algunos veteranos por su edad o por falta de atención médica”.
Pero Barajas demuestra nuevamente su liderazgo al amainar la preocupación al recordar que “Los Ángeles no está tan lejos y no hay nada escrito en piedra”.