TIJUANA, BC .- Al seguir a su madre deportada de California, Javier Hernández tenía 9 años de edad y ciudadano norteamericano, llegó a Tijuana, México, a estudiar totalmente en español en la escuela que corresponde a su domicilio.
“Fue muy difícil”, dijo el pequeño a Inmigracion.com. “Se me dificultaba principalmente español y matemáticas, no entendía nada; en la escuela me hacían bromas, me llamaban, ‘pocho’, y cosas así”.
Mientras vivió en California hablaba español con su mamá en casa, Evelin Torres, de 42 años, pero “el español que usábamos no se parece en nada al que nos dan en la escuela”, como lo relacionado con ortografía y gramática.
Han pasado casi tres años, Javier se ha adaptado a la vida en México y a su escuela en Tijuana, pero ahora enfrenta un problema distinto pues dice que ha perdido gradualmente su dominio del idioma inglés y que probablemente ya no va a querer vivir en Estados Unidos.
Para la señora Torres, madre soltera de tres menores, deportada de Oxnard, ha sido difícil mantener la atención a sus hijos.
“Cuando me deportaron, ellos no tenían ningún familiar con quién quedarse y los tres, todavía chiquitos, prefirieron seguirme a Tijuana”, dijo.
Compara esencialmente el apoyo escolar en California y el que ha recibido en Tijuana. “Allá también trabajaba todo el día pero cuando regresaba a casa, mis dos hijos que estaban en escuelas ya habían hecho las tareas con apoyo de tutores, tenían actividades después de clases; aquí no tenemos nada de eso, llego en la noche a ver por lo menos si les hago algo para cenar y a medio revisar tareas”.
Como Javier hay por lo menos 54 mil niños estadounidenses que han tenido que sumergirse directamente en el sistema educativo de Baja California al seguir a sus padres deportados o autodeportados de Estados Unidos.
“Son ciudadanos estadounidenses que eventualmente van a regresar a vivir a su país”, reflexionó la maestra Amparo López, directora del Programa Binacional de Educación Migrante.
La prioridad para el sistema educativo es integrar a los niños recién llegados a Tijuana con los cursos que corresponden a su edad, que no pierdan el año escolar por haberse mudado de uno a otro lado de la frontera.
“Nuestra prioridad es educarlos. Son niños estadounidenses pero son mexicanos por sus padres o extranjeros que son residentes en nuestra ciudad y tenemos la responsabilidad de educarlos”, reiteró la maestra López.
Pero los recursos para esa misión son claramente limitados. Las autoridades educativas en México no cuentan con un curso intermedio que permita a los niños estadounidenses ambientarse o trasladarse de una cultura a otra.
Tampoco hay profesores que dominen el idioma inglés para ayudar a esos niños a entender las clases.
El estado de Baja California imprimió en el 2007 un manual dirigido precisamente a esa comunidad de menores: “Mientras llego a la escuela”, en inglés. Nunca más se reeditó pero sigue siendo la principal herramienta para que los niños empiecen a entender con ilustraciones su nueva cultura y educación.
De acuerdo con la maestra López, las familias con niños en edad escolar se mudan más a Tijuana que a otras regiones de México por la cercanía geográfica de la ciudad con territorio estadounidense.
La señora Torres comentó que muchas familias llegan a Tijuana “porque no tienen otra opción pero al mismo tiempo veo en ello una oportunidad para mis hijos”.
“Si vivimos aquí, supongamos que los niños cuando crezcan no se vayan a vivir a Estados Unidos, pero pueden vivir acá y cruzar la frontera a trabajar en San Diego u otra ciudad”, explicó.
Por ahora cerca de cien mil personas cruzan diariamente la frontera de Tijuana a San Diego principalmente a trabajar y en menor número a estudiar.
Javier dijo que para él sería una buena opción cuando crezca, “pero siempre y cuando no se le olvide completamente el inglés”.