Tijuana, México.- Tras la fuerte crisis de fines del año pasado y principios de 2019, que el presidente estadounidense Donald Trump insiste en que continúa por la llegada de miles de centroamericanos que buscan asilo en EE.UU., la vida en la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana ha vuelto a la normalidad.
El tema de estos centroamericanos ha dejado de ser discurso de las autoridades municipales, cuyo titular Juan Manuel Gastélum había llegado a calificarlos de “indeseables”, y el centro de espectáculos “El Alamar”, convertido en albergue bajo el cargo del Instituto Nacional de Migración, ya no funciona para este propósito.
No obstante, la autoridad migratoria anunció en días recientes que de ser necesario se volvería a utilizar, en caso de que las nuevas caravanas migrantes que lleguen a México se dirijan a Tijuana, cosa que hasta el momento no ha sucedido.
Por su parte, los residentes fronterizos, algunos de los cuales mostraron conductas xenófobas frente a lo que llamaron “invasión centroamericana”, también parecen haber olvidado a los extranjeros, de los cuales se considera que habría a estas fechas no más de 500 en la ciudad, casi todos trabajando con permiso, según confiaron en su momento las mismas autoridades migratorias.
Solo algunos grupos sin mayor influencia en la comunidad, han seguido pronunciándose esporádicamente al respecto, lo mismo que se observa en algunas redes sociales.
Los cientos de miles de tijuanenses que cada semana cruzan de forma legal la frontera han vuelto a saturar las dos garitas migratorias que operan en esta ciudad, en las que se ven unos cuantos agentes federales mexicanos vigilando, lo que no ocurría antes de esta crisis, así como un poco más de personal migratorio del acostumbrado de EE.UU. en la zona que corresponde a este país.
Los automovilistas tijuanenses que se forman en los numerosos carriles en ambos lados de la frontera, además de los peatones que también integran largas filas, han vuelto a realizar sus actividades cotidianas de compras, estudios, sociales y otras, sin alarmarse ya por las vallas metálicas y grandes cantidades de alambre de púas que instalaron agentes fronterizos estadounidenses.
Estas barreras ya forman parte del panorama en las garitas, no obstante que inicialmente causaron alarma y temor por considerarse un acto ajeno “a la buena vecindad” que siempre ha prevalecido aquí, según manifestaron en su momento residentes y organismos sociales, sobre todo porque llegaron acompañadas por más elementos federales del vecino país, inclusive de las fuerzas armadas.
También estuvieron acompañadas por el cierre -en algunos momentos- de las garitas, lo cual provocó millonarias pérdidas económicas en los renglones del comercio, servicios y turismo, de ambos lados de la frontera.
Los residentes tampoco se percatan si realmente las autoridades de Estados Unidos están regresando a migrantes centroamericanos para que en esta ciudad esperen la resolución de sus solicitudes de asilo, tal y como se anunció, ya que solamente se informó a los medios sobre un par de personas que retornaron en esta condición y no se ha vuelto saber si hay más.
Pero si eso está sucediendo los centroamericanos se estarían mezclando con los miles que también cruzan diariamente de San Ysidro a Tijuana, sin que esto altere la vida normal.
No obstante, de nueva cuenta el presidente estadounidense reiteró el martes en su discurso a la nación, su pretensión de construir un muro en la frontera con México “para poner fin a la crisis en esa zona”.
Trump aseguró que “grandes caravanas” de inmigrantes marchan hacia Estados Unidos y advirtió de que ningún tema ilustra mejor la división entre la clase trabajadora y la clase política estadounidense que la “inmigración ilegal”.