Nogales, AZ.- A medida que cae la tarde, las esperanzas de Claudia Vicente se desvanecen. La inmigrante guatemalteca lleva once días esperando en la garita fronteriza de Nogales, en el estado de Arizona, para poder presentar su petición de asilo en Estados Unidos.
Esta madre de dos niños, de 6 y 8 años, lleva en una maleta unas pocas pertenencias que refleja la urgencia de su travesía: Dos mudas de ropa, un par de suéteres y unas viejas fotografías de su madre fallecida hace tres años.
“No tenemos otra opción, si no salíamos de Guatemala me iban a matar y a mis hijos también”, asegura a Efe la inmigrante, de 32 años de edad y, como muchas de las mujeres que llegan hasta la frontera de Estados Unidos, víctima de violencia doméstica. El padre de sus hijos la golpeaba de manera recurrente tras emborracharse.
La indocumentada forma parte de un grupo de más de 60 familias que se encuentran en la ciudad fronteriza de Nogales, en Sonora (México), con el fin de presentar ante las autoridades estadounidenses una petición formal de asilo, según estimaciones hechas por organizaciones locales a favor de los inmigrantes.
Algunas de esas familias esperan a las afueras del puerto de entrada Deconcini, mientras otras se alojan en albergues para inmigrantes. Vicente y sus hijos pasan el día entregados a juegos de azar o pintando libros que buenos samaritanos les han regalado.
Muy cerca de donde esperan las familias inmigrantes se puede ver el alambre de púas que soldados estadounidenses colocaron esta semana, para tratar de evitar que los indocumentados escalen el muro fronterizo.
“Estamos tratando de seguir las leyes estadounidenses, esperando nuestro turno para poder pedir asilo político”, dijo a Efe José Manuel García, un salvadoreño de 28 años que viaja con su esposa y su hija, y lleva siete días esperando en la frontera.
El inmigrante, que afirma no temer la presencia de soldados, es consciente de que la posibilidad de pasar varios días, o incluso semanas, detenidos mientras la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) inicia el proceso para la solicitud de asilo político.
“Cualquier cosa es mejor”, asegura el salvadoreño, quien dice ser víctima del acoso de las pandillas en su país, al igual que muchos de los integrantes de la caravana que atraviesa territorio mexicano con dirección a la frontera sur de EE.UU.
Precisamente a causa de ellos, la semana pasada el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva que establece que los migrantes que cruzan de forma irregular la frontera no podrán solicitar asilo en el país y solo podrán hacerlo quienes entren por puntos de acceso autorizados.
“Ojalá todos tengan la oportunidad de presentar sus casos”, dijo García.
Cerca de él, espera su turno la mexicana Laura Martínez, quien ha viajado con su hija y seis de sus nietos. Proveniente del sur de su país, la familia llegó a la frontera el pasado martes y el poco dinero que traían consigo ya se les acabó.
“Estamos muy agradecidos con el apoyo que organizaciones y la comunidad nos ha dado”, dijo Martínez, quien afirma tener pruebas de que su vida corre peligro por culpa del narcotráfico en México.
A raíz de la orden de Trump, las familias migrantes tendrán que presentarse a las afueras de la garita de entrada, a la vista de estadounidenses y residentes legales que cruzan la garita a diario, al mismo tiempo que las organizaciones locales de apoyo temen que las familias que transitan hasta aquí desconozcan estos cambios.
“(Tememos de que) se confíen de los traficantes de humanos, o de lo que otras personas les cuenten, y sean arrestados cruzando la frontera, lo que podría terminar con cualquier posibilidad para aplicar para asilo político”, dijo a Efe Joanna Williams, represente de la Iniciativa Kino para la Frontera.