Durante casi diez años, los residentes de una comunidad agrícola de California debieron manejar 64 kilómetros (40 millas) para ver las últimas películas. No mucha gente podía darse ese lujo en una localidad donde un tercio de la población vive en la pobreza.
Eso cambión en mayo, cuando el productor de cine Moctesuma Esparza, abrió una nueva sala Maya Cinemas en Delano como parte de su campaña por llevar el cine a localidades pobres de zonas rurales. La iniciativa, que tiene un costo de 20 millones de dólares, da a los 53.000 residentes de Delano acceso a las últimas películas en salas modernas, con lo más avanzado de la tecnología.
Delano es la comunidad donde nació en 1965 el movimiento sindical encabezado por César Chávez.
Esparza es el productor de la película “Selena”, de 1997, y ha abierto cuatro salas idénticas en localidades pobres de California. Dice que los residentes de esas comunidades no deberían estar condenados a “desiertos sin cine” donde escasean las diversiones baratas. Afirma que hará lo posible por cambiar ese estado de cosas en las zonas rurales.
Durante años las comunidades rurales de los Apalaches, el sudoeste y el delta de Mississippi han visto desaparecer las sanas de cine debido al alto costa de las nuevas tecnologías y el deterioro de la economía, que desalienta a los inversionistas a apostar a proyectos dudosos.
La Asociación Nacional de Propietarios de Salas de Cine dice que el total de cines hoy mermó un 25% desde 1995 al 2018.
La organización calcula que pronto podrían cerrar unas 10.000 salas de comunidades rurales, sobre todo las que ofrecen cine independiente, porque no están en condiciones de modernizar su equipo para ponerse a tono con los tiempos.
Vivir en una zona rural sin banda ancha o con un servicio celular dudoso hace que resulte difícil bajar películas de Netflix o Hulu, lo que, combinado con la desaparición de salas, puede generar una sensación de aislamiento y aburrimiento.
“No tenemos nada aquí”, se quejó Chanika Green, de 18 años, de Shelby, Mississippi, una localidad de 3.000 residentes a dos horas al sur de Memphis. “No hay una sala de cine, nada. Sería lindo tener algo que nos permita hacer algo”.
La falta de salas de cine y de otras diversiones básicas como pistas de patinaje causan más perjuicios todavía a regiones que ven desaparecer puestos de trabajo, según Robby Moore, alcalde de Lobelvile, Tennessee. No es inusual que los residentes de localidades rurales aisladas tengan que viajar más de una hora para ver una película.
Es por ello que Esparza empezó a construir salas de cine en sitios donde no las hay en el 2000. Las salas, por otro lado, generan empleos.
“Vi una oportunidad comercial. Pero pronto comprendí que también teníamos que ser constructores”, manifestó Esparza. “Poca gente invertía en estas comunidades”.
Esparza está construyendo salas tipo megaplex en zonas rurales hispanas de California. Además de Delano, también abrió salas en Salinas, Bakersfield, Pittsburg y Fresno.
Ahora planea una en North Las Vegas.
Dice que otros podrían hacer lo mismo en Kentucky, West Virginia y el sur si investigan la necesidad de salas de cine y construyen instalaciones que le ofrecen al cliente una experiencia especial.
Algunos estados están ofreciendo incentivos para que se traigan de vuelta las salas de cine.
Nuevo México y otros estados están tratando de revitalizar el centro de distritos pequeños y aislados, renovando viejas salas de cine.
Se trata de salvar salas históricas como el Shuler Theaters de Ratón, Nuevo México.
Los programas renuevan edificios y ofrecen préstamos para nuevos proyectores digitales y equipos de sonido.
La Fundación Gates, por otra parte, ofrece de 10.000 a 30.000 dólares a comunidades rurales para que compren equipo digital para salas de cine.
Esparza afirma que, igual que comida y techo, la gente necesita la experiencia comunal que ofrece un cine.
“Todos deberían tener derecho a soñar”, expresó. “Las películas le permiten soñar a la gente, pensar que hay otro mundo más allá de sus experiencias diarias”.