CHICAGO, IL.- La iglesia metodista Lincoln United, que ofrece refugio a indocumentados en Chicago, recibió hoy amenazas telefónicas de muerte y el susto de la supuesta colocación de una bomba, que resultó falsa alarma.
Se vivieron momentos de gran tensión ante la presencia de una supuesta bomba dejada en su puerta, informó a Efe la ministra religiosa Emma Lozano.
“Yo atendí tres de las cinco llamadas donde un hombre dijo que todos los miembros de esta comunidad íbamos a morir”, dijo Lozano, quien está a cargo de la iglesia, ubicada en el barrio de Pilsen.
Aparentemente, la persona que realizó de forma anónima las amenazas también les habría recordado palabras del presidente Donald Trump al referirse a los grupos que desafían la política antiinmigrante del Gobierno.
Según Lozano, la Policía fue avisada de las llamadas cuando aparecieron en la puerta de la iglesia dos bolsas de plástico sospechosas.
“La paranoia nos hizo ver peligro donde no había, porque las bolsas contenían donaciones que alguien dejó para la iglesia”, lo que fue aclarado sin que tuviera que intervenir la brigada antibombas, agregó.
“Lamentablemente tenemos experiencia con ataques racistas, y con la ambivalencia de las autoridades que no lo toman muy en serio”, dijo la religiosa y activista de ascendencia mexicana, nacida en Estados Unidos.
La misma iglesia fue vandalizada seis veces en 2016 con grafitis que incluyeron esvásticas y pintadas en la puerta de entrada, con dibujos y las inscripciones en inglés “Burn Kill” (Quemar, Matar), “White Power” (Poder blanco), “Kill México” (Maten a México), “Rape México” (Violen a México).
Los responsables resultaron ser dos supremacistas blancos residentes en el vecindario, identificados por una cámara de vigilancia y luego detenidos y procesados.
Lozano encabeza además Familia Latina Unida, dedicada a los derechos de los derechos de los inmigrantes y con antecedentes de haber defendido a la activista Elvira Arellano, quien recibió un “santuario” en otra iglesia metodista de Chicago durante un año.
Arellano viajó a la ciudad de Los Ángeles (California) en 2007, donde fue detenida y deportada por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Tras una ausencia de siete años, logró regresar a Estados Unidos en marzo de 2014 con una visa humanitaria y ahora colabora con Lozano en las actividades de Familia Latina Unida.