Desde el momento que Jairo Barba llegó a Santa Ana, California para reunirse con sus padres en el 2007, sabía que era indocumentado.
Barba tenía 12 años cuando cruzó la frontera por el árido desierto de Tijuana, México y San Ysidro, California. Ahí vio de cerca la muerte.
“Unos ladrones nos asaltaron y a mi me apuntaron con una pistola en la cara y me dijeron que les diera todo el dinero que tenía”, recordó Barba, quien cargaba unas cuantas monedas y se las entregó. “Fue algo bien feo”.
Una vez en Santa Ana, Barba se reunió con su familia y poco después se mudaron para el norte de California. En la secundaria, Barba notó que sus compañeros comenzaban a obtener sus licencias de conducir y a trabajar tiempo parcial en restaurantes de comida rápida, pero él no podía por la falta de un número de Seguro Social.
“Al saber mi situación, mejor quería salirme de la escuela y conseguir un trabajo [de obrero] para ayudar a mi familia”, contó el hombre de 23 años.
La impotencia de ser indocumentado también la vivió Rubí Martínez, quien llegó de su natal Guerrero, México junto a sus padres y sus dos hermanas cuando apenas tenía 6 años.
“Yo conocía México por las historias que me contaba mi papá”, dijo Martínez, quien atesoraba vagas imágenes de su lugar de origen y por años sintió que no tenía una identidad. “Como dicen, ni de aquí ni de allá”.
Llega DACA
El 15 de junio de 2012 ambos jóvenes indocumentados recibieron la noticia que cambiaría sus vidas.
El presidente Barack Obama anunciaba la implementación de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), que beneficiaba a ciertos jóvenes que llegaron a Estados Unidos antes de cumplir 16 años.
Martínez se llenó de muchas esperanzas, pero también de miedo. “Tuve que leer mucho para asesorarme porque no sabía si era verdad o no toda la información que nos pedían”, dijo. En ese momento ella cursaba su segundo año en la Universidad Estatal de California, Northridge (CSUN).
Por su parte, Barba – quien cursaba el último año de secundaria en la ciudad de Pittsburg, California al anunciarse DACA – agradece que no abandonó sus estudios puesto que sus planes y logros aumentaron. El 10 de junio pasado se graduó de la Universidad Estatal de California, East Bay con doble título en español y psicología.
“Puedo trabajar y así seguir pagando mi carro y mi seguro de auto”, dijo Barba, quien tras recibir su número de Seguro Social solicitó su licencia de conducir de California.
Barba dijo que por los dos últimos años ha trabajado para una cadena de supermercados donde le han ofrecido ahora un puesto de gerencia.
“Voy a trabajar un tiempo y después quiero solicitar una maestría en Hawái, Arkansas o Michigan”, dijo el originario de Jalisco, México. “Creo que nunca me hubiera imaginado haber llegado tan lejos. Todos los sacrificios han valido la pena y tengo muchas ganas de ayudar a mi familia”, aseveró.
Martínez, quien se graduó de CSUN en el 2014, comenzó inmediatamente a trabajar como escritora independiente por un año hasta que consiguió su empleo de productora en Univision Las Vegas.
Durante su trabajo en el canal de televisión, Martínez conoció el activismo y decidió cambiar de rumbo y apoyar la campaña del entonces candidato a la presidencia, Bernie Sanders.
“Una de las razones por las que dejé mi carrera [con Univision] fue porque sabía que había mucho en juego y los republicanos no iban a trabajar con nosotros”, dijo Martínez, quien es una apasionada de la política, pero también temía que DACA pudiera terminar.
Actualmente trabaja para una organización no lucrativa en Los Ángeles como coordinadora de medios de comunicación. Ella, al igual que muchos, acepta que DACA ha cambiado su vida tremendamente.
“No tengo que ser parte de la economía a escondidas, tengo beneficios de salud, tengo mi auto y más responsabilidades”, dijo Martinez, quien también pudo viajar a México después de 22 años.
“Fui porque necesitaba encontrar mis raíces, encontrar mi cultura y reencontrarme a mi misma”, aseveró.
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