Desde que el gobierno de Estados Unidos tomó la decisión de celebrar el Mes de la Herencia Hispana, que se inició en 1968 durante la presidencia de Lyndon Johnson con una semana de eventos y que en 1988 fue extendida a todo un mes, del 15 de septiembre al 15 de octubre, por el entonces presidente Ronald Reagan, no se había registrado un rechazo tan evidente hacia la hispanidad como el que vivimos en la presidencia del republicano Donald Trump.
Las fechas, para destacar la cultura, los logros y los retos de esta comunidad en EE.UU., inician con la celebración de las independencias de México, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, en centroamérica, y Chile, en América del Sur.
Y son precisamente México y los países de centroamérica, los que han sentido con mayor vigor los ataques frontales de la Casa Blanca. “Construiré un muro hermoso que pagará México”, alardeó Trump desde su campaña, posición que sigue defendiendo en la presidencia.
El Salvador, Honduras, Nicaragua y Haití, han sido afectados directamente con la determinación de Trump, de cancelar el Estatus de Protección Temporal TPS que en total afecta a unos 436.000 beneficiarios, 90% de ellos, de nuestro hemisferio.
Familias enteras, especialmente de Honduras y El Salvador, han sentido el vigor de la política de “tolerancia cero” con la separación de padres e hijos quienes han sido encerrados en centros de detención y los niños (incluidos bebés) han tenido que enfrentar a jueces de inmigración en las cortes para explicar por qué están aquí sin documentos…!
Todo esto ha sucedido bajo el argumento de protección de la frontera para salvaguardar la seguridad nacional, sofisma que tiene aceptación en la base más conservadora republicana y con grupos extremos de supremacía blanca.
Los ataques verbales y con órdenes ejecutivas contra la inmigración suceden casi a diario. Desde la frase “países de mierda” hasta su orden de prohibir la entrada de visitantes provenientes en su mayoría de países musulmanes, han caracterizado la fobia del mandatario hacia los inmigrantes.
Para colmo de males, la oficina del Censo reveló sus cifras de población actualizadas al año 2017, las cuales indican que el 13.7% del total de la población de Estados Unidos es extranjera, alcanzando su más alto nivel desde 1910. Lo paradójico es que el presidente Trump también le ha declarado la guerra a la inmigración legal, colocando mayores dificultades a solicitudes de visas de empresarios, peticiones familiares de residentes y ciudadanos, visitantes que profesan la religión musulmana, entre otros.
En otroa ataque, la administración de Trump, propuso eliminar el Acuerdo judicial Flores que prohibe al gobierno privar de la libertad a menores de edad en prisiones federales. El gobierno considera que la vigencia de este beneficio entorpece su política de deportaciones aceleradas de indocumentados.
Organizaciones civiles a nivel nacional han coincidido que eliminar estas protecciones humanitarias fundamentales solo beneficiará a las prisiones privadas y desperdiciará miles de millones en dinero de los contribuyentes para encarcelar a niños inmigrantes y sus padres.
La congresista federal Rosa DeLauro (Connecticut), la demócrata de mayor rango en el Subcomité de Asignaciones de la Cámara de Representantes, reveló al diario The New York Times que en los centros temporales de menores indocumentados bajo el control de ICE, cada niño le cuesta a los contribuyentes $750 diarios, lo que equivale a tres veces la cantidad en un refugio permanente.
No cabe duda que las elecciones del 6 de noviembre próximo, que definirán los 435 asientos de la Cámara de Representantes; 35 de las 100 curules del senado; y 36 gobernaciones además cargos estatales, serán una dura prueba para Donald Trump y sus aliados en el Congreso, si es que los hispanos finalmente reconocen la importancia de votar. Amanecerá y veremos. Por ahora, ¡Feliz Mes de la Herencia Hispana!