El clima extremo del verano propicia mayor flujo de migrantes de México a Estados Unidos; la ola de calor dificulta la vigilancia de la Patrulla Fronteriza del país vecino, pues sus agentes no soportan las temperaturas superiores a 50 grados centígrados.
Autoridades estadounidenses alertaron a estas personas a evitar cruzar el amplio y árido desierto de Sonora durante junio, julio y agosto para evitar golpes de calor, insolación y deshidratación. Sin embargo, cruzar la región no es obstáculo para ellos: “El calor nos viene guango cuando el hambre aprieta”, aseguró José Castillo, originario de Veracruz.
Detalló que las temperaturas elevadas hacen que los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos disminuyan sus rondas; aun cuando los detectores se enciendan al cruzar, aprovechan el tiempo para avanzar unos dos kilómetros de territorio estadunidense.
En el ejido La Victoria, a 50 metros de las vías del tren, se encuentra el comedor San Luis Gonzaga, fundado por el sacerdote José Gilberto Lezama, que a diario da alimentación y asistencia médica a alrededor de 180 personas que llegan encaramadas en La Bestia, como llaman al ferrocarril.
El clérigo calcula que en temporada baja llegan de 80 a cien personas, y en alta, cuando hace mucho calor o frío, reciben de 200 a 240 por día.
En el año son dos temporadas altas, la primera en verano, después de las vacaciones, y la segunda en invierno, luego de pasar las fiestas decembrinas con la familia: la más alta es la del estiaje, por el calor pero también la más peligrosa, explicó.
En el comedor del ejido La Victoria los indocumentados reciben un plato de sopa, guisado, frijol, arroz, agua y postre, así como medicamentos para curarse las heridas provocadas por subirse al tren o en asaltos y riñas; por supuesto reciben consejos e información básica para sobrevivir en el desierto.
Gilberto Lezama explicó que tras recrudecerse las políticas migratorias anunciadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el flujo de indocumentados no ha disminuido, sólo retardado su curso.
Ahora buscan estrategias más sólidas para su cruce, no se arriesgan tanto, saben que la ley de allá no los quiere, declaró.
El comedor es el rostro del que migra; ahí se encuentran, en su mayoría, hombres de 15 a 50 años, provenientes de estados expulsores de trabajadores, entre ellos Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz y Michoacán; así también de Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Honduras, de este último país con más frecuencia.
A diario La Bestia cruza por Sonora seis veces, en cada viaje desde el ejido La Victoria suben de 15 a 20 migrantes, es decir, al menos cien al día.
Trepar el tren depende de la habilidad de cada interesado, de sus estaciones, de la velocidad; su horario es reservado; sin embargo, entre los migrantes pasan una bitácora para ganar tiempo, incluso algunos pagan por la guía e información.
Crimen organizado, al acecho
Hay municipios donde operan grupos de la delincuencia organizada dedicados al trafico de personas y drogas, como en Naco, Nogales, Agua Prieta o Sonoyta. La inseguridad también afecta al migrante: el delincuente aprovecha su vulnerabilidad para asaltarlo, venderle droga, tirarle piedras y balazos, situación que en ocasiones los deja en el camino, por ello los menores que van solos no son cifras en el paso del tren.
Hay quienes se quedan en el camino, otros se instalan en municipios que ofrecen trabajos temporales, o simplemente se encuentran cansados de luchar por su sueño americano encima de La Bestia.